La Sociedad Cervantina: una imprenta del Siglo de Oro en Madrid
La entrada de hoy tiene que ver con varias de nuestras pasiones, ya que hemos unido nuestra afición por las antiguas profesiones, por descubrir lugares ocultos en Madrid y por los libros antiguos. Hemos visitado la Sociedad Cervantina, que se encuentra en la Calle Atocha, 87; en pleno barrio de las letras.
Hace 400 años este edificio era una casa en la que se encontraba una de las imprentas más importantes del Madrid del Siglo de Oro. De aquí saldrían obras de grandes escritores de este siglo, y hoy es conocida por ser la que imprimió las primeras ediciones de Don Quijote de la Mancha.
Lo que es menos conocido es que esta imprenta, que funcionó durante todo el siglo XVII, casi siempre estuvo regentada por mujeres que se habían quedado viudas. Pero si vemos estas primeras ediciones de Don Quijote, no están firmadas por una mujer, al igual que tantos otros ejemplares. Tenían que contratar un regente que firmara por ellas. En la portada de Don Quijote podemos ver el nombre del impresor Juan de la Cuesta.
Don Quijote de la Mancha es una de las obras cumbre de la literatura universal. Desde el primer año de su publicación, en 1605, fue un éxito. Tanto, que en el mismo año esta imprenta recibe el encargo de otra tirada.
Tras pasar la censura –recordemos que todos los libros tenían que pasar la censura del Consejo de Castilla- y confirmar que la obra de Miguel de Cervantes no contenía ofensa alguna al rey, la Iglesia, la moral o las costumbres, Francisco de Robles encarga el trabajo a la imprenta, ordenando una tirada de 1800 ejemplares. Era el librero costeador, el favorito del rey y librero de la corte. Por eso también vemos su nombre en la portada del libro.
Uno de nuestros libros más emblemáticos es esta edición de Don Quijote ilustrada por Doré, en cuatro tomos.
La censura más dura penalizaba a imprentas y librerías que vendieran obras de ciertos escritores, como Erasmo de Rotterdam, que estaba condenado por herejía. ¿Podían alegar las librerías que desconocían que el ejemplar en cuestión había sido censurado? Desgraciadamente no, porque estaban obligadas a tener un volumen del Índice de libros prohibidos, y por lo tanto conocían los libros que no se podían tener.
La imprenta cuenta con una sala donde se encontraba el taller, en la que José Francisco, a cargo de la imprenta, nos ha hecho una visita fantástica y totalmente recomendable.
En 1605, Robles, que solía trabajar con esta imprenta, trae a la imprenta de Juan de la Cuesta el ejemplar manuscrito de Don Quijote. Antes de empezar a trabajar tenía que pasar por el corrector, que era una persona bastante culta para su época: sabía leer, escribir y además conocía bien la ortografía. Es el encargado de copiar todo el texto corrigiendo las faltas. La buena caligrafía era imprescindible, ya que esa copia se utilizará en la imprenta para realizar los tipos móviles.
Después, los cajistas, utilizando un divisorio que coloca encima del chivalete, va preparando los tipos, fundamentales para esta imprenta.
Siempre atribuimos el invento de la imprenta a Gutenberg. No obstante, los orígenes de la imprenta se remontan a China en torno al año 800. Sobre un taco de madera se tallaba en relieve toda la página o texto que se quisiera imprimir, convirtiéndose en un taco xilográfico. Así se podían hacer numerosas copias idénticas de un taco, pero el problema es que había que realizar muchos tacos de madera.
Gutenberg mejoraría el invento existente, y con él nace la industria del libro impreso. Daría un paso más, realizando fichas de metal con la letra o carácter en relieve. Todas las grafías están en piezas de metal independiente del resto. Todas están colocadas en su cajita del chivalete.
En un componedor, va transcribiendo el texto que tiene en el divisorio con los tipos móviles, hasta que monta una página completa. El cajista monta todas las páginas, que irá cambiando una vez que estén impresas.
La tinta (no como el papel) se fabricaba en las propias imprentas. Era tinta de negro de humo: aceite de línea al fuego, que se espesa, y se le echa negro de humo, hollín. Todo adquiría la consistencia de una pasta densa, para que el papel no se empapase de esa tinta.
Los batidores eran otros trabajadores del taller, que utilizaban estas balas para entintar. Estaban rellenas de lana y recubiertas por una piel tensa y tirante.
Con estas balas se entintaban las planchas de metal. Y por último, la labor de los prensistas completaría el trabajo.
Los libros salían de la imprenta tal como vemos, hoy diríamos sin acabar.
Los encuadernadores trabajaban fuera de la imprenta. Los libros se compraban así, por pliegos, porque era muy caro encuadernarlos. A veces se compraban poco a poco, y el comprador los encuadernaba por su cuenta si así lo deseaba. Tenemos que viajar hasta una época donde los libros eran objetos de lujo, mostraban el estatus de la persona.
En AntiguoRincon.com no tenemos prensas tan antiguas como esta del Siglo de Oro, pero tenemos una gran sección dedicada a las antiguas profesiones, donde nos centramos en el mundo de la imprenta.
Nuestras antiguas planchas de imprenta son originales, con diferentes tipos de letras o anagramas. Los lotes incluyen un buen número de tipos de plomo entre letras y símbolos.
¡Os recomendamos la visita a la Sociedad Cervantina!
Luna González Alijarcio. Historiadora y Documentalista de AntiguoRincon.com
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