Historia del origen de la bandera española
El origen de la bandera española estaría dentro de nuestra edad contemporánea y no tendría orígenes relacionados con leyendas medievales o batallas gloriosas de nuestro Ejército. Es, por ejemplo, más prosaico que el de la senyera catalana, con un componente legendario medieval cuya rememoración compuso la enseña de los catalanes. Se trata de la leyenda de Wifredo el Velloso y los cuatro dedos del emperador Carlos el Calvo (Carolingio) ensangrentados en la herida del conde, con los que trazó las cuatro barras rojas sobre el escudo dorado que había utilizado su aliado en la batalla. Nacía el escudo de armas del Condado de Barcelona y luego, con sus detalles propios, la bandera del reino de Aragón. En el caso de toda España, decíamos, la elección de bandera fue más práctica y funcional que otra cosa.
Ni siquiera desde el reinado de los Reyes Católicos existió una bandera común para todos los reinos peninsulares. Con los Austrias se emplearía más, tanto en los océanos como por tierra, la bandera blanca con el aspa de la Cruz de Borgoña. Felipe II cambió el fondo blanco por el color amarillo (dorado), lo que se asemejaba en algo a la composición actual de la bandera nacional. Sin embargo, con el cambio de dinastía en el siglo XVIII, el estandarte de los Borbones volvía a ser un paño blanco con el escudo de la nueva Casa Real.
Los barcos españoles eran difíciles de diferenciar en alta mar porque las enseñas europeas eran muy similares, todas con fondo blanco. Para colmo, la dinastía Borbón reinaba en otros lugares como Nápoles y Sicilia, teniendo la misma bandera que el pabellón de la Marina española. En más de una ocasión, en enfrentamientos en alta mar, los barcos confundían aliados con enemigos, incluyendo en alguna batalla la confusión de objetivos y provocando el fuego amigo entre barcos del mismo reino. Entre las Cortes europeas comenzaría un afán renovador y modernizador que incluiría a las enseñas de identidad nacional.
En España fue Carlos III, a finales del siglo XVIII, en la época academicista de la Ilustración. Uno de los rasgos que caracteriza a este periodo es el propósito modernizador del país. Se había comenzado una mejora y renovación de la flota y se consideró necesario tener una bandera en la Armada. Así se lograrían evitar los malentendidos en los océanos, que pudieran llevar a hechos de armas entre barcos amigos. El monarca pidió a su ministro de la Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán, que organizase un concurso público. Este ministro elegiría los doce mejores bocetos para que el rey tomase entre ellos la decisión final. Escogió dos, a los que ensanchó las bandas, tanto central como laterales, como única modificación. Está, en realidad, sería la bandera de la Marina de Guerra. En tierra, por ejemplo, los ejércitos siguieron con los emblemas y enseñas tradicionales. Poco a poco, al compás de los tiempos renovadores, esa bandera de la Armada se constituyó en la enseña nacional para todo acto oficial y su composición sería la base de la actual bandera española.
¿Un concurso público amañado?
Del concurso público se desconocen los autores de los diseños. Del diseño ganador se sospecha que pudiera ser obra del mismo ministro Valdés y Fernández Bazá. Marino experimentado, conocía enseñas de la marina mercante aragonesa-catalana donde aún se empleaba la bandera de las cuatro bandas rojas sobre fondo amarillo. Como la condición primordial que puso el monarca es que la nueva enseña tuviese vivos colores, el amarillo y el rojo eran, desde luego, colores llamativos y vistos a larga distancia en la mar. No es improbable que fuese la bandera aragonesa-catalana la que inspirase la mayoría de los bocetos presentados. Aunque, también el rojo y el amarillo predominaban en pendones y escudos de otros reinos de España; como por ejemplo, el carmesí castellano con castillo dorado o el reino nazarí de Granada, que al pasar a ser cristiano mantuvo el granate (rojo), dorado y verde.
Resulta irónico comprobar la similitud de colores entre la bandera oficial del Estado español y todas las banderas catalanas, tanto oficiales como independentistas. El rojo y amarillo, o dorados, gualda, pero de esa misma escala cromática, en franjas horizontales, más anchas en unos casos que otros, son las combinaciones de colores que componen muchas de las banderas autonómicas de España. Un detalle de simbolismo histórico que pasa desapercibido y que habla de viejos lazos históricos entre los reinos que constituyeron el país.
Las banderas representan un mismo valor identitario para una comunidad, y por eso su creación suele basarse en tradiciones o símbolos de una historia común. Así pues, la iniciativa «ilustrada» de Carlos III de distinguir con una enseña a los “amigos de los enemigos”, sirve perfectamente a ese objetivo de una bandera, de unir a una gran comunidad bajo un mismo y antiguo vínculo.
Gustavo Adolfo Ordoño -Historiador y periodista- www.paxaugusta.es
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