El Circo Romano
La vida lúdica de la antigua Roma se estructuraba principalmente alrededor de tres edificios: el Teatro, el Anfiteatro y el Circo.
Esta costumbre viene reflejada también en la península Ibérica durante la presencia romana. Las investigaciones arqueológicas sobre las mayores ciudades romanas en la península confirman la existencia de los tres edificios. De las tres estructuras la más castigada por el expolio y la reutilización de su material es sin duda el Circo, cuyos vestigios no son muy abundantes en la península Ibérica.
En el circo romano tenían lugar lo que los romanos llamaban ludi circenses, juegos que podían ser de variadas índoles. De este modo el espacio del circo se podría considerar como un área polivalente donde se realizaban diferentes eventos como simulaciones de batallas, espectáculos de caballería, celebraciones…
Sin lugar a dudas el evento estrella que el circo romano podía albergar era la carrera de carros, uno de los acontecimientos más amados en el mundo de la antigua Roma. Los conductores de carros, los llamados Aurigas, eran auténticos héroes mientras que las carreras de carros bigas (dos caballos) y cuadrigas (cuatros caballos) eran eventos multitudinarios. Por estos motivos, de los tres edificios lúdicos de la cultura romana, el circo es el más grande en términos de aforo (el Circo Máximo podría haber albergado a 150.000 personas).
El circo romano deriva culturalmente de los hipódromos griegos aunque con dimensiones mucho mayores. Podía ser realizado con diferentes materiales como madera, piedra y mampostería.
La estructura se presentaba en una planta rectangular alargada con una terminación semicircular en uno de sus lados más cortos. El elemento principal era la arena, una pista de grandes dimensiones de forma ovalada de acuerdo a la planta alargada de la estructura. El espacio de la pista estaba dividido en dos partes por la spina, una construcción de planta rectangular estrecha y alargada posicionada en el centro de la pista, aunque ligeramente desviada para facilitar la conducción de los carros en las curvas. La spina era de diferentes dimensiones dependiendo del tamaño del Circo y estaba dotada de un podium donde estaban ubicadas esculturas y/u obeliscos. En cada uno de los extremos de la spina había un pilar cónico denominado meta. Los contadores de vueltas (normalmente 7 en las carreras de carros) solían ser estatuillas de delfines.
La cavea era el graderío donde se disponía el público. Se dividía, al igual que en todos los edificios lúdicos romanos, en tres círculos concéntricos y su utilización venía regulada por el orden social de pertenencia. Las tres zonas eran la ima cavea reservada a la a élite social, la media cavea y la summa cavea. Dos caveas eran rectas y una semicircular. En esta última se situaba la Porta Triumphalis (Puerta Triunfal), por donde pasaba el auriga vencedor. En una posición céntrica de una de la caveas rectas se podía encontrar el llamado Pulvinar, un palco reservado a la familia más importante (emperadores, autoridades locales…) y sus invitados.
En el lado sin gradas se situaba la Porta Pompae, desde donde entraba el desfile que inauguraba los juegos, y la Carceres donde se ubicaban los puestos de salida de la carrera, llamada de esta manera porque recordaba a una cárcel.
El circo, a diferencia de las otras estructuras lúdicas romanas, continuó siendo utilizado hasta un periodo más tardío debido que no iba contra los preceptos del cristianismo, tal y como ocurría con el teatro y el anfiteatro. Aunque una vez caído en desuso los circos romanos fueron los más expoliados para la reutilización de materiales de construcción.
Para saber más: https://archeoandrea.com/augusta-emerita-espacios-ludicos/
Andrea Vincenti.
Arqueólogo y cooperante. Viajero y Knowmad.