Cuando el siglo XIX llegó a su final, comenzaron a cuestionarse muchos de los principios artísticos utilizados hasta entonces. En las dos últimas décadas del siglo (1880-1900) se aprecian en Europa las semillas de lo que sería toda una revolución en el arte. Fue una revuelta consciente contra todo lo que suponía tradición y gusto establecido en el sentido que se poseía del Arte. Una revolución estética influida de forma determinante por los cambios científicos, filosóficos, políticos, económicos y sociales protagonistas en dicha época, puente entre los siglos XIX y XX. La generación de artistas de ese momento histórico deben atender a esas nuevas concepciones intelectuales y sociales, que exigen del arte una forma diferente de afrontar la realidad. Haciendo del arte del siglo XX un fiel reflejo de la sociedad en cual se desarrolla.
Las ideas de «ruptura y cambio» son dos términos que pueden definir con detalle lo que supone el arte contemporáneo. Ruptura, al haber dado por concluido el valor de los esquemas tradicionales en los que el arte se había fundamentado durante siglos. Cambio, debido a la rapidez y la fugacidad con las que aparecen y desaparecen las nuevas propuestas artísticas. Una percepción transformadora que se acrecienta en el arte por el contexto histórico de esa época de entre siglos.
A finales del siglo XIX y principios del XX, Europa vive en una situación caracterizada por la inestabilidad social y la rivalidad política entre las distintas naciones, que desemboca en la Primera Guerra Mundial. Ese inestable mundo se contrarrestaba con una fecunda productividad en el ámbito científico e intelectual. El arte tendrá las reacciones más interesantes a esa época de incertidumbres, comenzando a surgir múltiples corrientes que se denominaron «ismos». Las vanguardias no se pueden entender intentando establecer un orden cronológico, pues no todas las tendencias se suceden linealmente en el tiempo, muchas son coetáneas y tienen grandes interrelaciones entre sí. Haciendo un esquema temporal, hasta la II Guerra Mundial tienen lugar las primeras vanguardias artísticas o vanguardias históricas, mientras que acabada la guerra aparecen las segundas vanguardias y el postmodernismo.
El origen del término Vanguardia o “avant‐garde”
Curiosamente tiene un origen muy propio del fuerte ambiente bélico que se vivía en la época. Es un término militar, referido a las tropas de avanzada; las fuerzas que se adelantan a las primeras líneas de combate. Así, este concepto se empezó a usar para denominar a la avanzada de un movimiento artístico; incluso en el mundo literario, o en los movimientos de carácter político o ideológico. En general, la vanguardia es algo novedoso que escapa de la tendencia dominante y que sienta las bases del desarrollo futuro.
Manteniendo esta idea de novedad, de avance novedoso, el arte vanguardista sería el que se anticipa a los planteamientos que se fijarán en otra época, desligándose de las corrientes imperantes en su propio tiempo. La Vanguardia intenta reinventar sus esencias artísticas y se enfrenta a los estilos existentes. El objetivo es una renovación de formas y contenidos. Los medios a usar para esa renovación integral suponen radicalidad: trasgresión y subversión de normas establecidas. De esta forma, el arte de las vanguardias reacciona primero contra la “tiranía” de los museos. Es decir, se rebela contra la idea de que el arte para llegar al museo debe cumplir una cerradas condiciones que le hacen, precisamente, Arte con mayúsculas. Las «vanguardias» promocionan la necesidad de una renovación estética en todos los sentidos de la vida.
Principales corrientes del arte vanguardista
Aunque las Vanguardias poseen características muy distintas entre sí, tienen pautas comunes que las asemejan. Como la lucha contra las tradiciones, la apuesta por la innovación, el ejercicio de la libertad individual y su carácter experimental. Veamos algunas de las llamadas vanguardias históricas, las corrientes vanguardistas más significativas de inicios del siglo XX:
El fauvismo fue un movimiento predominantemente francés. Los principales representantes de este movimiento son Matisse, Derain y Vlaminck. Los pintores rehusaron con esta técnica el proceso imitativo que implica plasmar la realidad tal cual es. Para ello emplearían una técnica divisionista y el uso de gruesos empastes, con pinceladas sueltas y vigorosas. Junto este estilo técnico, se valdrán de una nueva concepción del color: autonomía con respecto a la forma, así como el empleo de colores primarios y complementarios.
El expresionismo se desarrolló principalmente en Alemania. Fue algo más que una corriente meramente artística, supuso una manera de sentir el mundo. Destacaron dos agrupaciones. El grupo El Puente, iniciado en Dresde y trasladado a Berlín donde la revista Der Sturm sirvió de vehículo de difusión de su estilo. Artistas más destacados: Kirchner, Heckel, y Schmidt-Rottluff. Se caracterizan por unas obras de marcado esquematismo y un empleo de colores exaltados y contrastados. La otra agrupación fue El Jinete Azul, relacionada con la publicación El Almanaque. Su estilo presenta una temática similar a El Puente, pero emplean la línea curva y el color más suave. Estaba compuesto por Kandinsky, Marc, Macke y Paul Klee. Los avatares de sus miembros en la Primera Guerra Mundial, acabarían con este movimiento.