Una historia de espías
El espionaje es una de las actividades propias del ser humano más viejas de la historia de la humanidad. Espiar, observar, analizar, sabotear, recoger información valiosa del enemigo es tan «humano» como engañar, falsificar o confundir.
Resulta complicado hacer una historia breve del espionaje. Podemos encontrar espías hasta en la Prehistoria. Es probable, aunque imposible de documentar, que los neandertales del sur de Europa, ante el empuje geográfico de una nueva especie de homínido, la nuestra de Homo Sapiens, mandasen una expedición de valientes curiosos para espiar a esos «intrusos» tan molestos. También en la Biblia se cuenta que Moisés mandó a unos hombres adelantarse a las tierras de Canaan para reconocer el terreno.
Espías en la Antigüedad, algo no tan raro.
Las intrigas dinásticas por la lucha de poder en los reinos antiguos iban acompañadas de espionaje. Era necesario conocer los vicios o las virtudes del personaje al que se deseaba asesinar, quitar de en medio en la escalera del poder, espiar su vida íntima y pública, conocer sus puntos débiles. Eliminarle. El espía comenzó siendo también «el asesino». El soldado clandestino o el mercenario a sueldo de un bando con licencia para matar.
Entre los primeros espías documentados de la Antigüedad estarían los dos hombres que mandó Josué a Jericó, la ciudad que deseaba conquistar. Allí estos dos soldados “desconocidos” (en la Biblia no se indican nombres), sus lugartenientes según dice el Antiguo Testamento, estudiaron y analizaron la mejor forma de tomar la ciudad. Cuenta también la Biblia que buscaron escondite y refugio en la casa de Rahab, una prostituta de Jericó, odiada por las damas de la nobleza de la urbe. Esa mujer les ayudaría a infiltrarse en la ciudad… ¿La primera Mata Hari?
Mata Hari
Vamos a precisar, la famosa Mata Hari no era una prostituta propiamente dicha. Tampoco debemos asociar a la prostitución con el espionaje, como si fuera una necesaria arma de la espía; algo que denigra a la mujer. Sin embargo, sí que destacamos como armas la seducción, las debilidades carnales y la «promiscuidad amorosa». Instrumentos que usados con talento sirven para sonsacar valiosa información al ingenuo adulado. En el caso de Mata Hari parece que abusó de todas esas «artes» con sus numerosos amantes, todos ellos oficiales del ejército francés durante la Primera Guerra Mundial.
La verdad es que las pruebas contra ella de su espionaje no fueron muy concluyentes. En el fondo parecía solamente una bailarina mediocre con tendencia a enamorarse del hombre equivocado, siempre oficiales del ejército. Ella misma dijo en el irregular juicio que le llevó a la muerte que prefería enamorarse de un soldado antes que de un rico banquero. Actualmente hubiese errado el tiro. En definitiva, fue fusilada el 15 de octubre de 1917 y desde entonces es la espía más famosa del mundo, tanto que se emplea su nombre para denominar a las seductoras espías femeninas como las mataharis.
La Guerra Fría, auge del espionaje
Pero si hay una época plena en actividades de espionaje y contraespionaje ese es el periodo de la Guerra Fría. La siniestra KGB en su lucha contra la no menos aviesa CIA empleó todo tipo de artimañas y estrategias para conocer los planes del bloque capitalista. Les interesaba más que nada el poderío tecnológico de los Estados Unidos, nacían también el espionaje industrial y científico. Conocer los progresos técnicos del enemigo para copiarlos y mejorarlos.
El «Muro de Berlín» (1961-1989) que dividía físicamente en la antigua capital germana a los dos modos de ver la vida se llamaba, gráficamente, en un lado, «Muro de Protección Antifascista» (en la RDA y bloque soviético) y en el otro lado, «Muro de la Vergüenza» (bloque Occidental, capitalista). Ese entorno fue el escenario ideal para el espionaje a gran escala y para la “compra-venta” de voluntades de un bando y de otro. Las deserciones y las traiciones (doble espionaje) fueron numerosas a través de este muro que separó al mundo y que a la vez fue “puerta” para la entrada y huida de espías.
El personaje de novelas de espías, 007, basado en hechos reales. El famoso agente secreto del MI6 (actual servicio secreto de inteligencia británico), personaje creado por el escritor Ian Fleming para su novela Casino Royale publicada en 1952, en realidad hubiese sido un pésimo espía. Para llevar una identidad discreta y realizar actividades secretas no es muy recomendable portar sofisticadas armas y conducir un hermoso Aston Martin. Aún así, se ha comprobado que Fleming se basó en su propia experiencia como agente secreto en la Segunda Guerra Mundial para recrear a su personaje.
Los mejores espías durante la guerra fría entre los dos bloques mundiales fueron aquellos que supieron pasar desapercibidos. Llevar una vida corriente, ser el vecino afable que te deja un poco de sal. Resultar el profesor de matemáticas que no te ha querido suspender, a pesar de un mal examen. Convertirse en el compañero de trabajo que siempre se presta voluntario a hacer más horas extras. Acabar siendo el marido perfecto viviendo en una urbanización de clase media, donde, con suma discreción, usa el garaje de la casa para transmitir sus informes en un perfecto ruso. En los años 50 y 60 del pasado siglo fueron sonados varios casos de espías soviéticos descubiertos viviendo como personas “normales” e integradas en los EEUU.
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